martes, 29 de septiembre de 2015

Dado vuelta

No hay caso, no. No hay vuelta atrás. O eso creo mientras sujeto firmemente su teléfono en mi mano, apretándolo contra mi pecho como si quisiera o simplemente pudiera escapar. Ella está tirada ahí, en ese mismo rincón, inerte. No se mueve, y no se si me preocupa más eso o la remota posibilidad de que lo haga. Y eso también me vuelve loco. Si, todo me preocupa. Todo. No, no hay vuelta atrás.

Frenesí. Eso siento, sí. Todo corre más rápido que el viento dentro de mi cabeza, y las imágenes me llegan con retardo a medida que me adentro en la oscuridad. Tan solo quiero saber que pasó. Recuerdo un grito, pero no se si fue ajeno o si en realidad fue mío. Su celular en mi mano me desconcierta, mas su silencio lo hace aún más. Una habitación desconocida y a la vez extrañamente familiar me espera desafiante.

Me muevo, a tientas. Mientras tanto, intento paulatinamente recobrar el sentido, además del control sobre mi cuerpo. Me siento aletargado, quizás drogado, y eso me preocupa. Pero no, no me detengo. Su rostro, borroso como el rastro de la bruma al desaparecer, me mortifica y me pone en movimiento. De a poco vuelvo en mí, o eso parece. La sangre me hierve, y el corazón se me acelera al ritmo de un volcán a punto de estallar, mientras ante mi se abre un lóbrego enigma.

De repente, así como si nada, me encuentro perdido y no sé como salir. Solo. Así sin más, en un claro abierto de la nada misma, al que no se ni como llegué. Si de mi memoria inmediata depende, no hay forma de saberlo. Caí allí. ¿Es su teléfono el que yace en mi mano? Estoy inmóvil, y cada vez me siento más torpe, al tiempo que casi se me cierran los ojos. La preocupación de a poco me invade. La siento, casi literalmente, entrando por mis venas. A tientas palpo el suelo con mis manos, buscando una señal que me devuelva la consciencia.

No puedo dejar de pensar. Aunque quiera, no. Tomo un sorbo más de esa ginebra de mala muerte que me acaban de servir, y me convenzo de dejar el resto. Ya tomé bastante, lo se. Pero me desvela esa habitación, me desvela su cuerpo. Todo tan vívido, tan lúcido. Me preocupa, sin lugar a dudas. No hay caso, el alcohol vuelve a ganarme la partida, y ahogar las penas parece volverse obligatorio ante un engaño. Doy lástima, no tengo control de mí. Y ahí, justo ahí, es cuando ella aparece. ¿Me preocupo? Entro en pánico diría, y todo se vuelve blanco.

Estoy despierto, o eso parece. No se si lo soñé o de verdad mi mano cayó en todo su peso con un rayo metálico de muerte sobre su silueta indefensa, desparramada en el rincón de una intrigante habitación. Solo sé que ahí, a mi lado, no hay nada. Tiene que ser un sueño, jamás le haría daño. No le pagaría con la misma moneda. El fastidio me domina, luego de un profundo bostezo, y me recuerda lo vago de mis premoniciones. No son más que incoherencias propias de los desvaríos típicos de los sueños. O de eso intento convencerme, mientras para mis adentros me digo que no, no hay vuelta atrás.

lunes, 17 de agosto de 2015

Alteridades

La hoja se extiende sobre la mesa y dos manchas oscuras lo hacen a lo largo de ella. El apagado tono negro de la tinta sobre el papel no ensombrece el panorama, ni altera las sensaciones. Todo parece sumirse en una armonía tan simple como absoluta, bajo la cual esas anónimas máculas permanecen impasibles, como si fueran dos rostros enfrentados que se miran uno al otro. Enigmáticas, se entrecruzan sutilmente, eludiendo todo matiz de duda y fundiéndose casi en un único trazo que, aun así, alcanza para reflejarlas en su máxima pureza. Esa perfección se trasluce en un regocijo incontenible, que emana a fin de cuentas de dos abstractas siluetas que, para bien o para mal, no dejan de ser retazos de tinta dispuestos de manera tan caprichosa como la que dicta el puño del pintor.

jueves, 28 de mayo de 2015

Incoherencias

Duele, si. Es innegable.
Pero no en esa física acepción de un tangible suplicio.
Corazones cual rompecabezas,
o prolongaciones de voluntades y conmiseraciones.

Quizás esto solo sea una inverosímil catarsis.
¿Acaso es algo que importe?
Sonrisas tan nítidas como verdaderas,
y llantos que resuenan lejanos pero son igual de reales.

Abrazos a tientas para intentar sobrevivir,
tramas y guiones que dan fe, cómo pueden,
sobre cómo perder una parte de mi mundo.
¿Qué es del camino si las metas se van perdiendo?

Sonrisas ya bien desvanecidas,
y solo llantos desperdigados por doquier.
Ideas que aún sin terminar de nacer se permiten soñar,
o al menos seguir intentando.

No perder el rumbo, aunque algo falte.
Necesidades y caprichos que nada definen,
y son solo evidencia de una ineludible vulnerabilidad.
¿Cuánto será lo que valgo?

Nada ni nadie me define pero,
¿Acaso es algo que importe?
Escasas fortalezas y abrumadoras debilidades,
en una balanza inclinada en demasía.

Paciencia ante los desencuentros, aunque algo falte.
¿Y lo que se siente como se define?
Se siente, pero también se construye.
Sueños y proyectos, codo a codo.

No puedo, y en parte es porque no quiero.
¿Qué es lo que me queda entonces?
El frágil silencio como mejor aliado,
y los sentidos, aletargados.

O bien, quizás, la utopía de entender.
¿Acaso es algo que importe?
En verdad, ¿Qué es lo que quiero?
Si tal parece, intentar comprender.

Convencimiento e imaginación,
sentimientos y pensamientos entrelazados
en una irremediable tortura voluntaria.
¿Verdades o mentiras?

Siempre se puede tirar todo por la borda.
Motivaciones que no se corresponden,
y sobre todo, sensaciones y deseos
que no van de la mano con esos sentimientos.

Hipótesis varias en un abanico de interminables teorías.
¿Acaso es algo que importe? 
¿Qué es lo que en verdad quiero?
Volver a ser feliz, aunque algo falte.

Renglones que permiten desahogos,
cual tímidos pero fieles confesores.
Renglones que permiten desahogos,
aunque sigan quedando más preguntas que respuestas.
 

sábado, 16 de mayo de 2015

Dados

Obvias respuestas que me llegan para preguntas que no fueron formuladas, y millones de desenlaces para situaciones por ahora inexistentes. Infinidad de formas, de repeticiones jamás buscadas, que echan mi futuro a la suerte. Mi futuro, ese que me cambia las preguntas y se lleva las respuestas, ese que plantea sinsentidos y me insta a que le crea, ese que fluctúa entre la ciclotimia de mis sí y de mis no. Ese, a fin de cuentas, que me condiciona con un guiño del destino cada vez que tiro los dados y vuelve a salir el mismo número.


lunes, 20 de abril de 2015

Interrogantes

¿Qué se hace? ¿Se calla? ¿Se grita?
¿Se hace saber a viva voz que su mundo vive chocando con el mío, que cuando sus ojos se enfocan ante mí algo cambia, que de repente el aire pesa un poco menos cuando está alrededor?
¿O la felicidad que muestra ante todos es más fuerte? ¿O entre susurros me llama a imitar su fatídico silencio? ¿O las cosas son como son y lo que no es no lo es ni lo fue ni lo será nunca?
¿Es felicidad eso que brota de sus palabras, eso que emana de sus gestos y sus anécdotas, de sus sonrisas y sus fantasías? ¿O detrás de esa moderada alegría hay una sombra de conformismo?
¿Qué se hace? ¿Se calla? ¿Se grita?
¿Se aviva una llama que apagada nunca estuvo pero que hace algunos calendarios se acostumbró a estar contenida, a quedar archivada entre cosas que siempre quisieron pero nunca fueron?
¿O se reprime, se encierra, se sofoca y martiriza? ¿O se mantiene contenida para que queme pero solo para adentro?  ¿O, a fin de cuentas, se deja a la resignación ganar un terreno irrecuperable?
¿Cómo se esconde la química entre dos almas? ¿Cómo se apaga la conexión entre unos ojos y otros? ¿Cómo se calla esa voz que me pide, que me implora y que me ruega que haga algo?
¿Qué se hace? ¿Se calla? ¿Se grita?


lunes, 23 de febrero de 2015

Insatisfacciones

Necesito.
Necesito del aire, y la profundidad de la noche,
De ese viento apoteótico que te deja sin aliento.
Necesito soledad, pero a la vez compañía,
Silencio en demasía pero al mismo tiempo ruido.
Necesito del llanto, de la risa y de los gritos;
Ausencias y reencuentros, sueños y pesadillas.
Necesito personas; y así cosas y lugares.
Ojos marrones, profundos pero perdidos.
Necesito el equilibrio entre el olvido y los recuerdos,
Y la fina línea entre la distancia y la cercanía.
Necesito tantas cosas que ya ni se si las necesito,
O necesito la necesidad de necesitarlas.


domingo, 1 de febrero de 2015

Horizontes

La veo así, chiquita. La veo así, hecha un ovillo y cansada de esos golpes que le dan los demás pero que a veces, más seguido de lo que quisiera, también se da ella misma. Así, frágil. Como una pequeña niña perdida en la vastedad de una inmensa ciudad que no hace más que hacerla ver a ella todavía más pequeña y a la enormidad de su entorno aún más abrumadora. Como un manojo de sentimientos que no se terminan de corresponder pero que se asemejan lo suficiente como para mantenerse unidos.

No sé qué me pasa, pero quiero abrazarla fuerte y no soltarla. No sé qué me pasa, pero me siento un poquito más vivo que ayer y casi con seguridad menos que mañana. La veo así, pero también como un intempestivo volcán a punto de estallar. Como una fuente de carácter cuyos bríos escapan al control de cualquier mortal, o lo desean más de lo que pueden, sin que eso mine ese angelical viso de dulzura que impone su figura.

Siento que quiero, siento que puedo, y casi que necesito hacerla reír. Su sonrisa me pone nervioso, pero no con esos nervios que duelen sino con esos que disfrazan el bálsamo de una caricia suave para un corazón lastimado. Si nada de lo que surge de mi cabeza se materializa de la manera en la que lo planeo, no importa ya si ella sonríe. No sé qué me pasa, pero ese simple gesto basta para ponerle color a cualquier día de película de domingo lluvioso.

También la veo como esa imperturbable armadura que trae tras de sí una coraza más dura que el diamante. Que trae un pasado a cuestas y no se avergüenza de él, pero sí quiere dejarlo bien atrás, archivado entre la medida justa que va del recuerdo al tormento. La veo así, como un cofre repleto de secretos que en su interior guarda bajo siete llaves esa verdad que mis ojos captan, sin embargo, sin ninguna necesidad de atravesarlas. Esa verdad que dice, que grita y que implora casi a ciegas que solo quiere que la quieran.