viernes, 27 de junio de 2014

Huellas de una ausencia



Abrió los ojos. Una mañana más lo encontraba desprevenido. “No quiero más, no quiero más. Sólo por hoy, no quiero más”, se dijo con gritos mudos al tiempo que se refregó la cara con fuerza para salir del ensimismamiento. Seis meses, y nada. No había noticias de ella. Seis meses que habían pasado como el agua entre sus dedos y aun así se sentía de la misma forma, y no entendía esa loca idea de la distancia. 

Mecánicamente se levantó; despacio, se atavió del mismo modo que siempre y con las mismas nulas ganas que de costumbre. El suplicio de sus párpados al borde de caer en la tentación del cansancio fluyó rápidamente, y le dio paso a otro tipo de padecimiento, casi normal a esas alturas. Todas las personas que se cruzaron en su camino tenían la misma cara para él, y lo miraban con un tono reprobador que no le dejaba sostener la mirada.

Ya estaba acostumbrado a ese rostro. No sabía si lo recordaba bien, no sabía si así era en realidad o sólo ese era el recuerdo ideal que había guardado para siempre en su mente. No sabía tampoco si esos ojos que tanto lo mortificaban, y esos labios que le susurraban al oído un rosario de recuerdos, habían sido alguna vez reales. Pero lo que si sabía era que esa era una marca indeleble en la retina de sus ojos a cada paso que daba.

Conociendo el paño, puso a la rutina en piloto automático y se dejó llevar como pudo. Así transcurrió un día más. De su casa al estudio, y en el estudio la evasión de las largas pilas de hojas sin revisar. “Al fin una distracción”, pensó. Pero la evasión no fue, como nunca lo era, algo interminable. Pequeñas rendijas se abrieron a lo largo del insípido blanco de su mente, y dejaron filtrar algunos de esos susurros, leves pero flagelantes.

Presa del desgano, tomó su saco y, luego de mirar el reloj en dos oportunidades, consideró oportuno intentar otras estrategias. Salió con toda la velocidad que le pudo imprimir a sus pasos, y se dirigió al lugar que había sido su hogar en los últimos meses. Allí, entregado a su comprensivo confidente de turno, volvió a verse descorchando la vida entre elixires de pasajera felicidad instantánea.

Miró alrededor ansiando no entender nada, pero para su sutil desgracia todavía estaba dentro de sus casillas. “Hoy era el día en que debíamos mirar el calendario y reírnos. Simplemente reírnos”, pensó, mientras meditaba sobre los tiempos y las distancias. Si, las distancias no existen al fin y al cabo, y los tiempos se extienden elástica e infinitamente cuando uno así lo quiere.


lunes, 23 de junio de 2014

Nebulosas

Nebulosas. En ellas se funden la realidad y el ahora.

En ellas, casi sin querer, ambas se difuminan no solo entre sí sino también con la ficción y la teatralidad de la fantasía, dejando en el aire una sensación espasmódica de incertidumbre.

En ellas, así sin más, el ahora que se va pierde poco a poco su viso de realidad, y se camufla no sin cierto incordio con los ideales de una imaginación que pone su validez en tela de juicio.