El tormento de los celos y las peleas había sido la moneda
de cambio durante el tiempo que duró el periplo que supo tener por noviazgo,
que no había hecho más que marchitar la belleza de su rostro y agudizar la
tristeza de unos ojos que se habían acostumbrado, en silencio, a las lágrimas.
No sabía cómo había llegado a ese momento, pero sí estaba segura de no saber
cómo afrontarlo. Mil y un recuerdos surcaban su mente, ensalzando ese martirio
que casi parecía adorar, a medida que se iba acercando la hora de separar los
labios para decir que ya no sentía lo mismo.