Nadie entendía nada. Algo había sucedido, pero
no teníamos certezas de qué era. Debía ser algo importante, no cabía duda, para
llegar a generar tanto revuelo. Las calles céntricas de la ciudad se
encontraban convulsionadas, como si hubiera llegado el fin de los días. Todos
corrían, aunque muchos de ellos ni siquiera sabían por qué lo hacían.
Yo no
escapaba a la regla y me hallaba sumido en el caos general. La razón intentó
abrazar mis sentidos con algunos manotazos desesperados, pero los pensamientos
parecían fluir con demasiada celeridad como para alcanzar a procesarlos. Yo no
escapaba a la regla, no, y huía sin contemplaciones de no sabía qué y hacia no
sabía dónde.
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