Es raro y es extraño. Pero sobre todo es tan difícil de
asimilar.
Eso que en principio fue un síntoma de incipiente locura, y
hoy es el cúmulo de realidades que sobrevuela nuestras cabezas, es dolorosamente
difícil de convertir en verdad. Eso, a pesar de que como premonición siempre se
supo acertada.
Tener las palabras justas para describir las sensaciones exactas es tan necesario para
desahogarse como utópico para que signifique avanzar. Sobre la mesa, las
pruebas que hacen a esa idea tan cierta como irrevocable.
Poder decir que no me importa sería lo ideal, pero no es
así. Desearía lo contrario con inusitado fervor, aunque un leve atisbo del más
refrescante alivio me atraviesa de lado a lado susurrando que hace meses que lo
sé.
Yo quiero demasiadas cosas, y todas son contradictorias.
Es raro y es extraño, pero también es la representación
material de una batalla que estuvo perdida desde el comienzo.
No existen blancos ni negros, ni tampoco verdades
definitivas. Sí existen creencias, y yo lo creí así desde un principio.
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