No sé si voy o si vengo,
no sé si de verdad morí o solamente duermo.
¿No habré nacido en el momento equivocado?
La inspiración en estos tiempos
no es más que una mera mercancía
cuya escasez me resulta ineludible,
y eso también me hace dudar.
Corre el tiempo, así sin más,
y me encierra en un reloj de arena
mientras teje hábilmente a mi alrededor
una implacable telaraña de la cual no me deja
escapar.
Retratos en mi mente se asoman,
pinturas vívidas a color
mutadas en un triste matiz de grises.
Son tiempos de idealizaciones
que se engañan a si mismas,
de poesías que no llenan
y de sueños inconclusos.
De elevadas murallas,
infranqueables cuando el vértigo de la rutina
se hace eco del cansancio,
y amaina aunque sea tan solo por un segundo.
Tiempos de fragmentos escarchados
de un camino que supo ser indeleble.
De eclipses de una luna que hoy me es ajena,
y crisis inverosímiles que se abren paso sin
rumbo ni sentido.
De vacíos irremediables y molinos de viento
que se agigantan.
Tiempos de cuentos que ya no se cuentan,
al son de un reloj que oscila vertiginosamente
entre lo rápido y lo lento.
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